La cordillera de los Andes exhibe su grandeza en las provincias patagónicas. Bosques milenarios y silenciosos con especies vegetales autóctonas se extienden hacia las orillas de los espejos de agua. En las cumbres de las montañas, la naturaleza se desborda en picos de granito y campos de hielo que derraman sus lenguas glaciares en lagos de belleza inigualable. Manifestaciones pictóricas que sobrevivieron en los aleros de la Cueva de las Manos por casi 10.000 años, encarnan la más antigua expresión de los pueblos sudamericanos.
Imponentes mamíferos y aves marinas viven algunas temporadas en las agrestes costas patagónicas donde cumplen parte de su ciclo vital. Colonias de lobos marinos juegan y descansan en islotes y restingas. Los elefantes marinos del sur tienen en Península Valdés el más importante apostadero continental del mundo. Los golfos Nuevo y San José, separados por el istmo Carlos Ameghino, son escenario del arribo de la ballena franca austral que acude puntualmente para dar a luz a sus crías y procrearse. Maras, ñandúes y guanacos corren por la estepa y en Punta Tombo anida la mayor colonia de pingüinos magallánicos del planeta. La atónita mirada del visitante contempla esta cadencia que se repite desde tiempos inmemoriales.
Al sur, la Tierra del Fuego y la ciudad más austral del mundo, Ushuaia, una puerta abierta hacia la inmensa soledad de la misteriosa Antártida.
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